-¿Por qué lo haces? -dije esperando que mi voz sonará fuerte, sin miedo tal cual como pretendía sentirme, pero mi voz salió en un sollozo lastimero.
Dio media vuelta y camino directamente hacia mí, trague saliva por si acaso y se agacho en una rodilla para estar a la altura de mi cabeza ya que todos nos encontrábamos sentados en el suelo. Abrió la boca, habló.
-¿Por qué no hacerlo?- dijo con una sonrisa. Su tono y su léxico era de persona culta. Esa que ha leído y estudiado tanto que sabe exactamente lo que hace y que tiene una cultura general asombrosa. Tragué saliva, eso en este caso, no podía ser nada bueno. Lo supe al instante. Estudiar psicología sacaba un sexto sentido de ti, era como poder estudiar a una persona, de una u otra forma. Aún mantenía mi mirada fija en la de él, sus ojos eran de un verde intenso, como las montañas. Seguía allí a la espera de mi respuesta. Con una sonrisa de dientes blancos y perfectos. Totalmente aterradora. Tome aire, intentando modificar el tono de mi voz.
-¿Por qué somos personas inocentes?- me di cuenta que le estaba respondiendo con una pregunta. Debía de verme como alguien muy débil y estupida. Podía sentir la intensidad de varias miradas. Mis compañeros estaban pendientes de cada una de mis palabras y acciones, temiendo más por su vida que por la mía.
-Nadie es completamente inocente- me respondió, mientras tomaba asiento frente a mí. Comenzó a jugar con el arma que traía. No podía quitarle la vista de encima, solo podía cuando aquel hombre clavaba sus ojos verdes en mi. No era feo ni mucho menos, era guapo y mucho.
-¿Que quieres decir con eso?- ninguno de los dos le quito la vista al arma, que en aquel momento apuntaba hacia una de mis piernas.
- Piénsalo, no es difícil. Entender porque voy a matarte será aún mas complicado.- Volvió a mirarme con esa sonrisa aterradora. Se me puso la piel de gallina al sopesar sus palabras.
- ¿Vas a matarme?- estaba aterrada y desolada. Quería llorar, pero no podía desperdiciar aquella noche, la que parecía ser mi última noche.
-Ese no era el plan. Pero decidiste hablarme. Y eso en ningún caso
asegura tu vida. La pone completamente en riesgo, porque te importa todo tan poco como para dirigirme la palabra. ¿Es que acaso creíste que iba a compadecerte?- Volvió a sonreír. Parecía divertido con todo esto. Sabía que estaba enfermo, pero nunca sopese la magnitud de la enfermedad. Era un asesino, solo eso.
- Pensé que tenias una visión errada de nosotros, que no hemos hecho nada para merecer esto.- Estaba furiosa, discutir con este asesino era como discutir con un tractor que viene en la autopista a toda velocidad. Una perdida de tiempo. Una muerte segura. Sonrió.
-Si tienen la culpa, por las decisiones que han tomado a lo largo de la vida. Por lo menos tu hoy, decidiste comprar un libro en vez de ir a la biblioteca y pedirlo prestado. Elegiste lo que es fácil en vez de lo que es correcto. Erraste la decisión y yo voy a castigarte por ello.
Luego- añadió elevando el tono- elegiste entre hablarme que era lo más fácil a quedarte callada que era lo correcto. Tus propias decisiones te llevaron a tu muerte.
Quede anonadada con sus palabras. Este hombre no solo era un asesino, sino que se creía Dios. Era espeluznantemente aterradora toda la lógica con la que se manejaba, pensé que realmente ninguno de los que estaba aquí tenía la vida asegurada con esta clase de loco.
-Pero- atrajo mi atención- te dejare escoger una decisión más esta noche. Tu misma decidirás como morir.- Volvió a sonreír entusiasmado con la idea.
-No te saldrás con la tuya- me aventuré a decirle- la policía me sacará de aquí antes de que haya tomado una decisión y tu te pudrirás en alguna cárcel- El desprecio tiño mi voz, y pensé que como mínimo me golpearía, pero ni se inmutó. Allí seguía su terrible sonrisa y su mirada clavada en mí.
-Morirás antes de que ocurra todo eso. Puedes estar segura.- se levantó y me tomo del brazo dulcemente para levantarme con él. – Y aunque así suceda no dejaré de acecharte para matarte, por el resto de tu vida. No podrás vivir sin pensar en mí, sentirme o repetir en tu mente cada una de mis palabras.- era una amenaza implícita y abierta. – Ahora te sentaras allá y según lo que decidas haré tu muerte lo mas cómoda posible. Con este público encantador.- miro a su alrededor. Todos bajaron su rostro rápidamente.- Ellos también decidieron, quedarse callados a ayudarte. El mismo camino elegido todo el tiempo- sonrió con pesar. Me sentó.
-¿Qué lograras con mi muerte?- pregunte curiosa. Resignada a algún milagro. Esto era un callejón sin salida.
-Que nuestro público valore más su vida, vivan plenamente, que estén más conscientes de sus decisiones. Tu muerte no será en vano, ayudaras hoy a mejorar la vida de todos tus testigos.- volvió a sonreír- Ahora antes de evaluar tus posibles opciones, ¿hay algo que quieras hacer antes? Te concederé un último deseo.- Este hombre realmente se creía Dios. Tenía una idea realmente loca en la cabeza. Me pregunte si yo misma no estaba perdiendo el juicio. Era una curiosidad y el deseo de vivir algo distinto. Algo que nadie se atrevería a hacer en mi caso. Quería besarlo. Quería saber que se siente besar a un asesino.
-Besarte- añadí sin más. Todos los rostros giraron a verme anonadados. Realmente era una petición muy extraña. Sobre todo porque no parezco una de esas personas necesitada de afecto. Yo solo tenía una morbosa curiosidad. Aquel asesino dejo de sonreír y me evaluó con la mirada. Me puse nerviosa. Mi petición podría ser mal interpretada, y todo podía ser peor, mucho peor. ¿Aunque que tan peor? Si de todas formas iba a morir ya no había que tener miedo, ya no importaba como me juzgaban.
El silencio se adueño de aquella habitación. Las miradas eran furtivas hacia el asesino. Yo aún mantenía su mirada, mientras que el parecía analizarme. Debía de creer que estaba loca o mucho más. Aunque caí en la cuenta de algo mientras nos comíamos con la mirada mutuamente.
Los asesinos no suelen ser personas llenas de afecto. En la mayoría de los casos han sido discriminados, violentados o excluidos socialmente, solo a veces. Otras ya incluían una patología.
Decidí hacerme la idea menos complicada. Sin necesidad de responderme ya yo sabía cual era su punto débil. ¿De verdad podría salvarme mi propia curiosidad? ¿La cual había impactado de lleno en su resolución, o ese silencio era solo un letargo como hacerme creer que mi muerte sería aún más lenta? Pensé que a lo mejor podía haber una posibilidad.
Todo mi cuerpo se estremeció al notar como aquel asesino volvía a sonreír con sus dientes. Después de todo solo estaba engañándome, poniéndome a prueba.
Con la diestra observé por el rabillo del ojo como guardo el arma en su bolsillo. Se acercó poco a poco a mí. Parecía nervioso debido a su tambaleo al acercarse a mí. Mis compañeros se miraban sorprendidos.
¿Realmente este hombre iba a cumplir con mi petición?
Se detuvo muy cerca de mi rostro, para clavarme sus ojos verdes de nuevo. Seguía sonriéndome tan espeluznantemente como el inicio.
Se me puso la piel de gallina de nuevo y pensé inverosímilmente si él lo notaría. Pasamos un rato en aquella postura, mientras que el tiempo corría y mis compañeros nos miraban anonadados.
-¿Entonces? ¿Qué esperas?- añadí retóricamente. Aquel hombre dudaba delante de mí de hacer algo tan simple. Acerco su rostro más al mío y pude sentir su respiración sobre mi piel.
Continuó acercando su rostro y yo el mío hasta que nuestros labios se unieron. Escuche un ligero chasquido, cerca, lejos…
Bueeh, esperoo que comprendan la razon de mi eleccion!
Las dejoo :D
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